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« en: 07 de Agosto de 2012, 09:37:31 pm »
Para los que un día corrimos en esas montañas libres como el viento, el pico el Paisano es un referente de todo, de romería, de libertad, de magia, de misterio, de perseverancia. A la sombra de el pasamos gran parte de nuestra niñez y adolescencia y nuestros juegos casi siempre terminaban en su cumbre cuando tan solo era un monolito de piedras ordenadas municiosamente por aquellos niños pastores, primero como un juego y que luego ya de mayores lo hicieron realidad levantando la capilla.
Es cierto que los tiempos van cambiando y supongo que los sentimientos también cambian. Me imagino que el entusiasmo y la manera de ver las cosas hoy son diferentes y por lo tanto pedir que uno sienta lo mismo es difícil pues las necesidades y los pensamientos son diferentes, pero da mucha pena y mucha lastima ver como se va perdiendo todo, nuestro pasado, nuestras costumbres, nuestra historia y un montón de cosas mas. Yo soy una persona para los humanos de hoy chapado a la antigua, o fuera de época, o como quieran llamarle, aunque me adapte perfectamente a las necesidades de hoy, pero como los años pasaron y van dejando huellas para los mas jóvenes solo soy un incapacitado tecnológico. Ellos me ven y nos ven así.
Ayer cuando vi. la foto de Nino sobre una tapa de alcantarilla al lado de un muro en ruinas me entro una angustia difícil de explicar, no podía creer que de la capilla solo quedaran aquellas ruinas.
Hoy ya mas tranquilo pese a que parece que esta bastante abandonada, pero en pie al fin y al cabo, me puse a recordar aquellos tiempos en que cuando amanecía un día despejado - cosa difícil en esas tierras- ya sabia que terminaría en su cima. Con los primeros rayos partía desde Arbas lleno de sensaciones y posibles descubrimientos. Con mucho entusiasmo cruzaba cabañas prados y brañas hasta que llegaba a la mítica, increíble y majestuosa braña la Pipa. En ella revoloteaba por todas las cabañas hasta que alzaba mi vista y veía la capilla más alta que el cielo. Para no perder el encanto subía derecho, pues atrás y a los costados solo tenía los prados y las cabañas y enfrente solo el cielo. Una vez arriba se abría todo un mundo sin límites, ni fronteras ni horizontes, era tanta la magnificencia y la belleza del paisaje que me parecía que vía todo el mundo.
Para terminar compartiré una de las tantas anécdotas que el paisano nos dedico, creo que en algún momento ya la conté pero la repetiré. Ese año en vísperas de la romería me toco subir con Toñon los voladores a lomo de burros y caballos, siguiendo los pasos de los animales trepamos hasta el pico con sus cestas atiborradas de docenas de voladores. Apenas llegamos ya tiramos unas cuantas docenas, al rato Toñon descendió a la braña para subir cosas que habíamos dejado ahí y quede yo solo siguiendo las instrucciones de Toñon, con el tiempo fui pensando cosas nuevas y termine apoyando sobre una peña los voladores de a docena le prendía fuego al papel y salían por ahí abajo en todas direcciones armando un escándalo de guerra hasta que llego Toñon y volvimos a tirar uno por uno. Al atardecer en momentos en que Toñon regreso al la braña apareció un grupo de gente de Llonin preocupados por que se prendiera fuego la ladera del picu y el pueblo. En el grupo estaba Pancho el gaiteru que me miraba y me preguntaba ¡ mi criu, tu solu armaste esi bulliciu!!!!.
Todos sabemos que un día ya nadie lo tendrá en cuenta, y desaparecerá, pero mientras dejemos algo escrito de alguna manera la posteridad los recordara y sabrán que alguna vez en ese lugar unos niños pastores fueron sorprendidos por una gigantesca tormenta eléctrica y se refugiaron en una cueva en las entrañas del picu y juraron que si San Antonio los protegía en su cima levantarían una capilla. Por mi parte cuando regrese se que un día cargare sobre mis hombros una docena de voladores y subiré como cuando era niño y los tirare para que sepan allá en el cielo que alguien si se acuerda de ellos.
Los invito a que cuenten algo del paisano, creo que es una obligación que no lo dejemos que desaparezca. Un abrazu pa´to el grupu.
Jesús A. López