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« en: 10 de Junio de 2012, 12:30:43 pm »
RESCATE EN EL CARES
Sobre las ocho y cuarto de la tarde llegué al río a la zona de Miria, El Seu, en el Cares, dispuesto a echar unas varadas. Nada más bajar del coche oigo voces. Pensé que sería algún pescador que habría trabado un salmón. Tiré río arriba, hacia Miria y Las Llambrias para ver si había algún pescador. Vuelvo a oír voces. Regreso al coche y empiezo a sacar los bártulos. Más voces que ya no me parecieron normales. Meto otra vez las cosas en el coche y me dirijo al aparcamiento de El Seu. Siguen las voces.
Bajo a la orilla y allí veo, en mitad del río a un pescador sentado, casi tumbado en mitad de la corriente. Era Guillermo, mi amigo palentino, al que conozco desde hace años. En la orilla, un pescador algo mayor que yo estaba pidiendo ayuda por teléfono al 112.
Siento no saber como se llamaba este señor que fue el primero que acudió y que dio la voz de alarma. Él tenía también una antigua lesión en una pierna y no podía hacer nada más, no hubiera podido pasar la corriente, que era bastante fuerte. Me pasó su teléfono y le indiqué a la señorita del 112 la localización y como estaba la situación. Desde aquí le envío un fuerte abrazo al este señor, que dejó de pescar y se perdió el sereno. Un abrazo solidario, amigo.
Guillermo estaba sentado/tumbado en el agua y no podía mover la pierna. A voces le pedí que aguantara mientras me ponía el vadeador. (Tengo que decir que yo también arrastro desde hace más de un año una lesión en la rodilla que me impide andar con normalidad)
Subí un poco río arriba y con mucho cuidado pude llegar a donde estaba Guillermo. Guillermito, son sólo dos metros de altura y 130 kilos de humanidad. Y no se podía mover.
En esto llegó otro pescador, Mikel Arévalo, de Munguía, que estaba más arriba y al que un truchón le acababa de partir el terminal del 12. La guapísima novia de Mikel, Izáro, estaba en la orilla apoyándonos con su presencia.
Cuando llegó Mikel a mí se abrió el cielo. Con su serenidad y su fortaleza pensé que mal tendrían que ir las cosas para que no pudiéramos salir de aquélla situación.
Le quitamos el chaleco a Guillermo que pesaba lo suyo. ¡Caramba! ¿Qué llevas ahí, amigo?
Pasé de nuevo a la orilla con la caña y el chaleco a donde estaba Izáro. En esto llegó la ambulancia conducida por Francis, con Rafael Cuello, el médico, y el ATS. Rafa me dio una ampolla de nolotil con un poco de agua para aliviarle el dolor a Guillermo. De nuevo con ellos, entre Mikel y yo intentamos que Guillermo fuera arrastrándose poco a poco río arriba. Primero reptando, pero la corriente era fuerte y le entraba agua por el vadeador. Luego de culo, pero el dolor le impedía moverse. Lo intentamos después de pié, apoyándose en nosotros. Poco a poco Guillermo consiguió avanzar unos 40 m., pero aún así nos faltaba lo peor. Aquello era imposible. Guillermo estaba aterido de frío. Mikel le daba masajes en las manos y en la espalda, pero sin más ayuda era imposible. Cuando Guillermo sacaba las manos del agua las tenía llenas de unos gusanitos que seguro que todos conocéis. Eso no me gustaba nada, me daba muy mal presagio. Pensaba que los gusanos que nos han de comer ya estaban ahí.
En esto que vemos aparecer el helicóptero de Protección Civil. Da un par de pasadas y vemos como se descuelga el rescatador. ¡¡¡Gracias amigos!!! Al piloto, al médico y al especialista. No sabemos vuestros nombres, pero vuestro trabajo y el riesgo que corréis no tiene precio. Un toque con la copa de un árbol, una ráfaga de viento, el cable de alta tensión que cruza el río y el desastre es inevitable. Espero que algún día os paguen con un Premio importante lo que no se puede pagar con dinero.
No os podéis imaginar el viento que levantan las aspas de un helicóptero. Yo me tuve que quitar las gafas porque me las arrancaba de la cara. El agua que levantaba nos dejó empapados a todos y yo tuve que agarrarme a Mikel para que no me tirara.
Al llegar al agua, al rescatador se le mojó el walky. El helicóptero había desaparecido y después de colocarle el arnés a Guillermo estuvimos esperando unos minutos a que regresara. A Guillermo casi no le cabía el arnés, tuvimos que aflojar varias hebillas.
Una vez todo listo, el helicóptero se dispone a subir a los dos juntos. Ver ese aparato encima de ti, con dos cuerpos colgando que pesaban lo suyo, con un viento que casi nos tiraba, y empapados como estábamos me hacia temblar pensando en que cayera encima de Mikel y de mí y nos hiciera picadillo.
El aparato se elevó sin problemas y llevó a Guillermo hasta una campa en Santiañes, para ser trasladado a una ambulancia y llevado al hospital de Arriondas. Y en Santiañes estaba otro amigo, Arturo, de Hernani, que pudo grabar toda la operación del traslado.
Míkel me ayudó a cruzar el río. ¡Gracias por todo, Mikel! si no es por ti no sé como hubiera acabado la cosa.
A eso de la 1,30 de la noche hablé con Guillermo. Tenía rota la rótula y le habían escayolado la pierna, pero se encontraba bien y acompañado por unos amigos. Le iban a dar el alta hospitalaria en unos minutos.
Felipe P. Melero.