LA MOLINUCA
Cuando era pequeño (no digo la edad, a ver si todavía los humanistas van al cielo y le hacen juicio a mis padres, por maltrato de niños) mi madre me daba una espuerta y una lista para hacer las compras de la casa, en La Molinuca.
Eran mis primeras salidas de Para y por supuesto mis primeros contactos con otras gentes.
Para mi era un mundo nuevo y trágico, pues a los problemas que tenía para relacionarme con la gente, le agregaba otro peor todavía , era prácticamente mudo, no hablaba nada.
A los saltos con mi espuerta en las manos como caperucita roja, cruzaba arroyos y prados por ese paisaje tan impresionante que es nuestro valle, Nedrina, el Picu, el Cares todo adornado de castaños, avellanos, zalces, abedules, robles y mucho mas.
Todo era mágico y me sentía el ser mas dichoso del mundo; hasta que llegaba a la carretera, ahí se me caía todo y un miedo terrible atenazaba mi cuerpo inmovilizándome por completo.
Como podía, llegaba a la tienda y me paraba delante del mostrador, con la lista bien apretada en mi puño.
En la entrada siempre estaba sentado Juan Manuel, adentro en un rinconcito, se sentaba Lucia y en el fondo Consuelo y Paquita. Ese día le toco a Paquita que con la paciencia que le caracterizaba trataba de hacerme hablar:
-¿Qué quieres, hiju?
Ni palabra; ahí seguía, mudo, como estaca.
-¿Dime, mi criu, tu mama no te dio un papel?
Nada, ni un sonido salía de mi boca, y mi puño cada vez apretaba más el papel.
Sabedora de que no conseguiría nada, siempre recurría a Juan Manuel.
-¡Juan Manuel! -¡corrí al pozu, y dili a Elías, que venga!-
Todavía hoy no entiendo la química, pero aparecía Elías y yo cambiaba totalmente. Su cara, sus gestos, su forma de hablar, producían en mi tanta serenidad, que solo a el entregaba mis secretos y comenzaba a recitar la lista, que ya había aprendido de memoria.
Con el tiempo fui cogiendo confianza, y algunos fines de semana me acercaba a la bolera para ver las grandes partidas de bolos que se celebraban entre culines de sidra y algún cubata.
En esos tiempos la bolera de La Molinuca funcionaba a pleno, como todas las boleras del valle, pues en cada pueblo, en cada taberna había una bolera, y a veces en lugares tan extraños como la de Madrillana que se encontraba entre Para Y Cabandi rodeada de prados, sin casas ni tabernas cercanas a ella.
Ese domingo había un gran desafío entre LLonin y Bores. Después de muchas partidas y muchos culines de sidra sin sacarse ventaja, los cubatas fueron superando a los culines y el ambiente se fue caldeando.
Entre los jugadores de Bores, había uno de La Serna bastante pasado de cubatas, que se dedicaba a molestar a los de Llonin, cada vez que tiraban. Así continuaron hasta que uno de Llonin tiro bola finca y entro en cólera, corrió hasta la caja y agarro un bolo con la intención de rompérselo en la cabeza. En ese momento se escucho la voz de Juan Manuel, que estaba sentado en el terraplén de la bolera;
-¡¡Pegali con el 15, que es mas pesau!!!
Este fue mi recuerdo de hoy para mis personajes olvidados. Juan Manuel que pese a su discapacidad, era famoso por sus saldas picantes e ingeniosas. Y para Elías ¿que más podemos decir? Pues ya todos conocen sus bondades.
Y para los bolos, mis bolos, nuestros bolos, los bolos de todos,”pues no se que pensar……….”
Me duele……Cuando vuelvo la vista atrás y veo esas boleras llenas de competidores, llenas de alegría, llenas de camaradería mis lagrimas borronean mi manuscrito, y lo que escribo queda tan confuso, tan incierto como el futuro de tan querido deporte.
También quiero dar mi agradecimiento a Isidro, que compartimos escuela pero no nos conocemos tanto.Por el esfuerzo desmesurado que esta haciendo para que nuestro bolo palma sea reconocido como merece.
Como vivo en la Pampa y de la Pampa te lo mando. Te lo digo en porteño:
¡¡¡¡¡¡¡¡¡Flaco, no te mueras nunca!!!!!!!!!!!!!!!
Jesús A. López