Cuando era niño siempre te vi preñada.
Pocos son mis recuerdos donde tu cuerpo luciera de otra manera que no fuera hinchado por el don divino de la vida.
Con tu vientre de ánfora antigua recorriste caminos, visitaste manantiales y acudiste a las fuentes, desde el albor al ocaso y desde el ardoroso estío a los fríos inviernos.
Nada detuvo tus pasos, ni la canícula ni la escarcha.
Nunca perdiste tu frescura, y avanzaste por prados y senderos con pasos mareados sin perder prestancia.
Con el caldero en tu cabeza trajiste agua del manantial al hogar, y con tu cesta en la cabeza llevaste comida desde la casa a la siega. Y sin cansarte llenaste de olores y sabores el anochecer.
Sobre tu panza flamea el mandil a orilla del llar, donde con esmero y cariño, en la vieja cazuela, cocinas nuestro alimento.
De romero y tomillo aromatizas el hogar, y cuando sofríes ajo cebolla y perejil, armonizas nuestros sentimientos, hasta el mas placentero descanso.
Tu presencia relajadora nos reúne alrededor de la mesa, colmados de la máxima paciencia.
Madre: Yo siempre te conocí preñada. Pasaste tu juventud llenado de nuevas vidas el universo.
Soñaste un mundo donde todos vivaríamos juntos. Un mundo de inmortales donde nada nos separaría. Mas los años pasaron y tu cuerpo se fue marchitando por luchas y penurias.
Madre: tus niños crecieron y poco a poco fueron marchando. Sentada en tu trono de mimbre, con los ojos perdidos en la montaña viste como partieron, uno a uno.
Madre: Siempre te recuerdo sentada en tu sillón de mimbre, frente a la ventana, escudriñando la montaña. Como esperando. Como deseando, que por algún recodo aparecieran tus niños.
-¡Y como reclamabas a Padre, la carta que nunca llegaba!
-Ya hace dos meses que los críos no escriben ¿Les habrá pasado algo?
-Y siempre te contestaba; ¡No te preocupes, mujer, ya van a escribir!
Un día yo también partí, te dejé y me alejé sin verte, la insolente juventud no me dejó verte.
Hoy tú ya no estás. Pero yo te veo en tu trono de mimbre, no hay lágrimas en tus ojos.
Pero veo en tu rostro todas las lágrimas guardadas, todas las penas, todas las nostalgias, porque partía el niño que te quedaba.
Ya ves, madre; pasó el tiempo, la soberbia, la avaricia, las prisas, las penas gastaron mi cuerpo, y sentado en mi sillón miro por la ventana, buscando tu montaña, pero solo veo muros.
Desconcertado salgo a los caminos, y corro y corro…y solo encuentro otro muro y otro y otro………..Resignado regreso a mi sillón, donde me espera siempre la misma pregunta: ¿Dónde irán las lagrimas de las madres de los emigrantes?
Tu estas disfrutando de tu descanso eterno, y yo sigo caminando. Toda mi vida intente caminar por tu camino, pero truhanes, filibusteros y falsos profetas salieron a mi paso, y perdí el camino.
Madre, no pienses que no quise volver, ni que te olvide, simplemente perdí el camino.
Los golpes y el tiempo, me han cambiado, me siento fuerte, y llegare a tu regazo. Y cuando estemos juntos, regresaremos a nuestro valle, y visitaremos tu fuente, donde lavaste ilusiones y pañales, hasta que las cristalinas aguas entumecían tus manos.
Nos sentaremos en tu peña, y dejaremos que el manantial arrulle nuestros sueños, hasta que las Xanas nos lleven a su mundo, donde seremos inmortales.
Jesús A. López
DE LAGRIMAS Y RECUERDOS
Esta es mi madre, pero pude ser la madre de culquiera de nuestros pueblos, que un dia vierón partier a sus hijos con resignación , y para los que nunca volvierón y que hoy estan abonando tirras extrañas, donde quedaron todas sus ilusiones, todas sus nostalgias y tambien sus lagrimas, si, tambien sus lagrimas por su tierra amada y por los amigos que nunca mas volvieron a ver.
Buenas noches