"EL MOLINO DE NALES"
De un diminuto hueco en una roca en lo alto de la montaña brota mansamente una lagrima de agua que se desliza con delicadeza hasta un pequeño charco de aguas quietas de fondo de grises arenas y amarillentas hojas de tiraña.
En días ardorosos, cuando Lorenzo embriaga la ladera se puede ver como el pequeño charco se convierte en un cordón de plata que serpenteando entre plantas de tomillo y romero y se pierde en el bosque de castaños.
En un descanso del bosque el cordón forma un remanso, dando lugar a un caudaloso arroyo que atraviesa el camino cayendo en estrepitosa cascada en el fondo del precipicio, avanzando entre nubes de espuma y partículas de agua, perdiéndose cañón abajo.
A un lado de la cascada el hombre construyo un cauce con piedra y cemento, que conduce las espumosas aguas hasta un embalse con forma de pirámide truncada invertida, junto a un edificio cuadrangular levantado con grises piedras calizas,
entre el pericuetu salpicado de viejas encinas sobre cuya cima se yergue el poblado de Suyu, y una gran roca con forma de visera coronada por frondosos avellanos, con su infierno mirando al bosque, se encuentra, “el Molino de Nales”
Fiel testigo de tiempos gloriosos cuando los caminos y senderos eran testigos de recuas de asnos, mulas y caballos, que se dirigían a sus dominios para que sus piedras convirtieran sus granos de escanda y maíz en fina harina, estimuladas por murmullos líquidos, hoy descansa apaciguadamente, en un silencio inquietante esperando algún impulso casual que con vehemencia ponga sus ruedas a girar, en perenne movimiento.
Su dueño, Fonso Rugarcia, lo mantiene en impecable disposición hasta el mínimo detalle.
Todo descansa ordenado municiosamente. Palas, picayos, piquetas y serrotes cuelgan de las paredes dispuestos para actuar con prontitud ante cualquier emergencia. En un rincón, sobre un zardo recostados placidamente se encuentran una espuerta colmada de escanda y la maquila atiborrada de maíz, incitando al mejor molinero a dejar caer sus granos sobre la pulida madera de la tolva. Cada objeto del lugar trasmite una extraña sensación de algo que nunca comenzó, o algo que fue abandonado precipitadamente
Sentado bajo la gran roca Fonso recorre con clarividencia el entorno que lo rodea. Siempre orgulloso de haber nacido en aquel lugar. Poco a poco va registrando en su raciocinio la lujuria con que la naturaleza había acicalado su valle. Esbeltos chopos matizados con frondosas alisas siguen al río hasta que el gran bosque de castaños y cajigos lo engullen en lo mas profundo de sus secretos. Con placentera parsimonia sus ojos siguen las viejas encinas que trepan colina arriba fundiéndose en un estrujón con el cielo azul en lo alto de la montaña.
Los prados de aromáticas hierbas y flores, relumbraban esplendorosos coloreados por el rosa de los manzanos y el blanco de los espinos en flor.Los olores a tomillo y romero arrullados por las cantarinas aguas incitaba a un éxtasis de magia y misterio capaz de crear la fantasía más perfecta.
Tanto esplendor traspaso los confines del olimpo omnisciente, hechizando la observación de la poetisa Brigit, que con gran sigilo descendió al valle y fundo su castillo de blancas paredes de espuma y altas y almenadas torres de linfa, en lo alto de la gran roca.
Inspirada en el idílico paisaje la pitonisa trovadora fue creando con su pluma pérfida figuras Mitológicas que llenaron de magia y misterios
los ríos, los bosques, las montañas, las fuentes, las cuevas y los prados .
Del castillo de espuma levitaron acordes de convivencia y comprensión envolviendo el valle de armoniosas energías.
Inesperados truenos llenaron las montañas de ecos, anunciado una inminente tormenta, sacaron a Fonso de su ensueño. En estado indeciso abrió los ojos y reviso el valle buscando respuesta a su desorientación, todavía deambulando entre lo real y lo irreal trato de adivinar si había sido un sueño, o si algunas de las historias que sus abuelos le contaban se habían hecho realidad.
Con los sueños llenos de dudas de nuevo recorrió el valle con sus ojos en busca de algún indicio que lo saque del sopor en que se encuentra, mas todo seguía igual, el valle lucia como un vergel de vida y colores, de lo demás ya no queda nada. Todo había desaparecido de la mano del progreso e invención del hombre.
Su ambición y arrogancia lo llevo a competir con la diosa y sus seres mitológicos en una lucha tan incierta que obligo a que la diosa y su sequito se retirara al olimpo.
Un rayo ilumino el molino que reverberaba en un campo yermo, sacudiendo a Fonso de sus dudas, que moviendo la cabeza para espantar espíritus malignos entro en el molino y reviso la espuerta y la maquila. Tranquilizado por que todo estaba bien se dirigió a la puerta gritando “¡volverán, se que volverán!” “¡volverán y el molino reiniciara su danza circular eterna, entre susurros de aguas y harinas sublimes!”.
Rudamente se acerca a su burra que lo espera en la entrada del molino con interminable paciencia. Con gran pesar y cariño acaricia su frente, por su mente cruzo velozmente un sentimiento que lo azoro por un instante y grito: “¡Quizás tu seas el ultimo de tu especie, total el hombre ya no te necesita!”.
Cerrando los ojos alejo sus pensamientos, y de un salto se sentó en el lomo del noble animal y con un palo en alto se perdió en el sendero golpeando las ramas de los avellanos.
Jesús A. López