En una ocasión en Para, un persona se enfermo de una enfermedad desconocida.
Pronto los vecinos se revolucionaron y fueron a buscar a Don Ramón. Pero Don Ramón ese día se encontraba en Cuñaba, y no lo pudieron contactar. Dejaron el recado y regresaron al pueblo.
Al otro día como Don Ramón no venia, se me ocurrió disfrazarme de Don Ramón. Me puse un traje negro de mi padre, me pinte un bigote y con un maletín de mi padre me presente en la casa del enfermo.
No se si seria por la angustia y la desesperación que la madre me hizo entrar sin poner reparo alguno. Me hizo pasar a la habitación y sin hablar procedí como Don Ramón, lo revise de pies a cabeza y le recete el jugo de la corteza de castaño hervido y manzanilla de la que se juntaba en Cuera. Sin preguntar nada la madre trato de buscar lo recetado para dárselo al enfermo. En eso llego mi padre y descubrió mi fechoría. Como vio que el enfermo estaba peor, postergo mi castigo para mas adelante y salio urgente a buscar a Don Ramón. Bien de noche casi al amanecer aprecio Ramón y pronto ordeno evacuarlo al Hospital de Valdecilla.
Con una vieja burra que teníamos mi padre, mi hermano y yo lo bajamos hasta la carretera para poder trasladarlo a Santander. Durante el camino mi padre trato de indagar que enfermedad tenia, pero Don Ramón, parco como siempre, no emitía palabra alguna. Solo cuando llegamos a la carretera le espeto corto y seco:
-¡El animal, tiene difteria!
Para eso mi hermano y yo, ya habíamos montado en la burra y estábamos de regreso en casa. Al rato llego mi padre y nos desnudo del todo, y quemo nuestra ropa junto al aparejo de la burra.
Con el tiempo entendí la expresión que Don Ramón le dedico al enfermo. Parece ser que en uno de sus interrogatorios le confeso que bebía agua en la riega que bajaba del lavadero del pueblo.
Que gran personaje Don Ramón. Y de junior, ni………………………………………
Desde ese día, junior pasó a llamarse Don Ramón.