¡De nuevo en casa¡¡ ¡ Se termino lo bueno¡.
Aquí estamos dispuesto a colaborar en el foro, que por lo que veo esta un poco apático.
No son muchos los opinan, y lo mas curioso es que el dueño no opina, ni de palabra, ni gráficamente. Últimamente ni una foto y menos de esas antiguas, que son las que mas activan el foro.
De todas maneras pienso que por pocos que seamos los que opinamos alguna vez, merece las pena continuar con el foro. Siempre habrá alguna noticia o suceso para compartir entre los que opinan y los que no escriben.
En estos días de montaña me dedique a buscar lugares especiales por algo,fuera de lo normal o más exóticos. Es así que un día decidimos visitar el museo Roscen famoso por que en el se encuentran mas de 18.000 utensilios que acompañaron al hombre durante su evolución, en el se puede encontrar desde una aguja de hueso Cromagnon hasta el ultimo adelanto tecnológico.
El museo fue fundado por el trotamundos francés Santiago Bouchon, a base de donaciones que fue recolectando por todo el mundo.
El museo se encuentra se encuentra en plena sierra cordobesa en un pueblo de apenas 1000 habitantes. Según sus dichos, después de buscar por el mundo cimientos para su proyecto etnológico, lo encontró en este lugar, pues en el fluían la filosofía y rasgos culturales, religiosos y humanos suficientes para sus ideas del pensamiento cósmico.
El nombre del pueblo es Nono, que viene del quechua, Ñuñu “teta” pues frente al pueblo en una llanura sobresal dos montañas semejantes a los pechos de una mujer.
Fue un enclave de muchas culturas, originariamente habitado por los míticos Comechingones. Con el tiempo de las selvas misioneras fueron bajando los Sanavirones antepasados de los Güarani y del altiplano los quechuas y aymaras luego los incas. En ese punto llegaron los europeos. Todos estos grupos y (varios mas que llegaron de las pampas) formaron un crisol de culturas e ideas que influyo en la decisión de Bouchon para fundar en este lugar su museo.
Una vez visitado el museo interesados por los comentarios de la gente, nos internamos en la montaña en busca de Longa Hue una finca totalmente dedicada al cultivo de frutos del bosque. Arándonos, frambuesas, rosamosqueta, cassis y algunos más se sucedían en prolijos cultivos. El que más me fascino fue el de las moras, nuestras moras, esas que adornaban cada una de las veredas de nuestros caminos. Tantos recuerdos fluyeron en mi que me veía con la cara y las manos “emborrancados” por los jugos de las preciosas frutas.
Pronto mis recuerdos recorrieron los lugares emblemáticos por sus frutas de mi pueblito, lugares y árboles que ejercían cierta influencia en la gente por sus bondades frutales. Los tirabolares del “riu”, los “perujos” del Pindal, las manzanas de la “Madalena” de Sambrón, los “perujos” de la Rondina.
En Sambrón había un “cierru”, que era un museo de las manzanas del lugar, todas las variedades que podría haber en el valle se encontraban en ese lugar. La “pumara” sobresalía del resto por que había una fila de árboles de manzanas de la “Madalena. De color y olor exquisitos todos los principios de la primavera destacaban de las demás por su color amarillo intenso y oloroso que perfumaba toda la “pumara”.
En aquellos tiempos a los niños los acostaban apenas oscurecía el día ya que luz eléctrica no había, por lo tanto no había tele, ni radio ni videojuego. Solo un candil de carburo o un farol con una vela de trémula llama, alumbraban tenuemente los espacios hogareños entre las tinieblas y la opaca luz de dichos utensilios.
Como era de esperar a la tranquilidad de los mayores liberados de la bulla infantil en los anocheceres, sé contraponía con el jolgorio de los amaneceres, pues apenas aparecían las primeras luces en el nuevo día, se activaba plena de vitalidad la orda infatigable.
Un domingo de esos que los niños teníamos libres, cuando el sol apenas asomaba su calva por el horizonte y la luna remolona no quería acostarse, ya me encontraba recorriendo el camino en dirección al “cierru” con la intención de darme una “panza” de manzanas. Cundo llegue a la entrada me quede paralizado pues bajo los manzanos había dos hombres peleando, uno con una cuerda liada, de esas que se usaban para atar la hierba seca en los carros y el otro con una “ pradera”. El de la cuerda era, él dueño, de Cavandi, el de la pradera vecino de Para.
El dueño era celoso de sus manzanas y parece que el vecino de Para se tentó y entro sin saber que el dueño estaba cuidando su territorio. Es así que se liaron en una pelea uno a cuerdazos el otro a praderazos que no tenia fin pues la pelea no se decidía para ninguno de los bandos, hasta que el vecino de para reparo en mi que me encontraba en le entrada clavado como estaca, lleno de miedo e incomprensión. Solo al ver el niño dejaron de pelear y me invitaron a pasar, y terminamos los tres comiendo manzanas sentados bajo los manzanos, en un amanecer esplendoroso, pleno de colores, olores y vida.
Jesús A. lópez