Como ya todos sabrán hace poco tiempo salio un libro referente a la historia del “Palaciu” de Cerebanes.
Para reforzar un poco lo relatado en ese libro les cuento algo de lo que ami me toco de esa historia.
En el año 60, con apenas 11 años, yo bajaba de Para hasta Abandames todos los días
Todos los atardeceres después de las tares diarias, emprendía el camino, libros bajo el brazo hasta Abandames donde Don Luis (luego maestro de Panes) daba clases particulares, en la casa de mi tío Doro, al lado de ese salón donde casi todos alguna vez lloramos viendo alguna novela, o cuando perdía el Madrid o el Barsa.
Es así que con mis libros bajo el brazo cruzaba bosques y prados pateando hojas y sensaciones hasta que aprecia en la puerta de la casa de García, donde siempre me esperaba sentado en el “muriu” del “güertu” Rubén.
Sabedor de que yo andaba siempre con libros a cuestas, el me esperaba para que se los prestara.
Rubén; personaje entrañable, bonachón y de inteligencia infinita. Ávido de saber y que el destino, no lo supo complacer.
Gran lector y conversador. Recuerdo que en una ocasión me regalaron una colección de Julio Verne que costaba de 7 tomos. Uno de esos atardeceres se lo preste a Rubén, pensando que con eso tendría para rato.
Pero no fue así. Para mi asombro al otro día me los devolvió pues ya los había leído (según el) en el desván, a la luz de una vela.
Y seria cierto por que me podía relatar cada libro letra por letra.
Cuando el tiempo me alcanzaba, aprovechando mi perfil infantil y el de Rubén también, nos acercábamos hasta el viejo y abandonado palacio. En aquellos tiempos todavía no estaba tan destruido, y la mayoría y la de las leyendas de sus piedras, sé podían leer fácilmente.
Nuestros juegos, (a parte de las diabluras) eran casi siempre didácticos. Uno consistía en trepar por las “yedras” hasta lo alto de los anchos muros, y caminar hasta los balcones, desde donde mandábamos masivas y discursos a un escenario totalmente vacío. Pero que a nosotros nos parecía lleno de gente, pues nuestras voces retumbaban encima de Suarias y en la Peña de Robriguero imaginándonos que todos nos estaban escuchando.
Otro de los juegos ( el preferido de Rubén) era correr alrededor del plació leyendo las piedras, hasta aprenderlas de memoria.
Hoy aunque yo recuerde algunos pasajes, creo que Rubén fue la única persona, que conocía de memoria cada letra, cada historia, cada piedra del “PALACIU” de Cerebanes.
Con el se fueron muchas cosas, inocencia, alegria, incomprensión y sabiduría, mucha sabiduría
Excelente recitador y memoria prodigiosa, su poema favorito era, EL PERRO COJO” de Benítez Carrasco. Cada vez que alguno lo escuchaba no perdía la oportunidad
de contarlo.
Cuando tengo tiempo huyo de la ciudad que tanto nos oprime y me lanzo por los caminos de la Pampa abierta, y miro el estrellado cielo y me imagino a Ruben con el perro cojo, el con su corazón de oro, el perro con su muleta de plata, ¡¡Anda que anda!!
Llenando de agujeros los prados celestiales.
Jesús A. López
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